viernes, 23 de abril de 2010

Perdida la inocencia

El ser humano, como ser ambicioso por naturaleza, se encuentra en una constante búsqueda de la plena felicidad. Comenté en una entrada anterior que tal concepto no existe pero quizás esté equivocado. La felicidad completa sí que puede existir....pero creo que todos los que leemos este blog ya hemos pasado ese momento hace unos años.
Me refiero a la época de los 8 - 12 años, nuestra querida infancia, el momento en el que carecemos de toda responsabilidad, en el que sólo nos limitamos a pasarlo piruleta, a jugar al fútbol en el parque poniendo dos mochilas como porterías, a comprar las míticas "esponjitas", fritos, risquetos...(aunque bueno, esa costumbre tampoco hay que dejarla de lado en la edad adulta...jeje, los risquetos son muchos risquetos). Quiero decir con esto que lo que más nos preocupa en nuestro día a día era a qué hora habíamos quedado con nuestro amigo o si nuestra madre nos daba "veinte duros" para pasar la tarde.

En esa edad sí éramos felices, por mucho que algún día que otro nos pegáramos algún que otro coscorrón con nuestro amigo y nos fuésemos enfadados para casa, eso no tenía importancia, al día siguiente era como si lo hubiéramos olvidado todo y nuestro amigo nos volvía a llamar a nuestra casa. NO EXISTÍA EL RENCOR! no como ahora, que por cualquier palabra que otra mal dicha o cualquier palabra más alta que la otra somos capaces de no hablarnos en una temporada. Decimos que los niños son tontos, inocentes...¿acaso nosotros demostramos más inteligencia con nuestro comportamiento?
Ahora que menciono la inocencia, tengo una frase, que no sé si alguien habrá dicho antes, que dice así: la pérdida de la inocencia conlleva la renuncia a la felicidad. Ahí lo dejo. A todos, a algunos más que otros, nos vendría bien un poco más de inocencia, una especie de vista atrás a nuestra niñez para aprender de nosotros mismos, por paradójico que suene el tener que aprender de un "simple" niño.

Además, ahora tenemos las denominadas y temidas "responsabilidades", tales como renunciar a ciertas cosas para sacar adelante nuestros estudios, los que vivan fuera como yo deben cuidar un poco el bolsillo y conseguir llevar bien a fin de mes (en este aspecto reconozco que aún me queda un poco que aprender), saber mantener a nuestras amistades (hay gente que por su orgullo o forma de ser no son capaces de llevarlo a cabo, soy el primero que entono el mea culpa), y un largo etcétera. También existe otro aspecto, que más que responsabilidad es una putada que nos cuela la vida, hablo de ese concepto denominado como "amor". Hay gente que confunde amor con capricho y viceversa, pero yo hablo del amor como devorador de cerebros, como máximo opresor, y es que mientras en nuestra infancia jugábamos a tocar culos y a troncharnos de risa, cuando somos "mayores" se nos ha metido en mente la costumbre de enamorarnos y ese tipo de cosas.
No me quiero meter mucho en este tema porque puede provocar un eterno debate, hay gente que lo consigue y le va bien y otros que ven el enamorarse como un grave error.
Respecto a mi opinión personal, en este momento ni me va ni me viene, pero por suerte ninguna vez en mi vida lo he llegado a pasar lo "suficientemente mal", otra tema diferente es que me haya podido comer más la cabeza o menos, pero cuando he visto que las cosas ya se ponían demasiado feas por mi cabeza y mi cerebro podía llegar a ser devorado...conseguía parar a tiempo esa epidemia.

Mi conclusión está clara: estamos de acuerdo cuando decimos que a partir de los 19 - 20 años vivimos una vida estupenda, donde empezamos a conocer nuevos mundos y aprendemos constantemente. Pero existe una desventaja, que cuanto más conocemos y más sabemos...más motivos existen para pensar, y a veces pensar tanto no es bueno. Por eso mismo es que a veces echamos tanto de menos esa inocencia perdida, existen aspectos de la vida donde no nos importaría ser inocentes para siempre.
No sé quién nos ha tenido que meter en la cabeza esta manía de pensar tanto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario