sábado, 27 de noviembre de 2010

En días así...

...días así, grises, apenas consigues ver aquella pequeña colina que se alza junto a la facultad. La niebla dibuja un paisaje barroco, mientras se oye el sonido característico de las ruedas de los coches atravesando el asfalto mojado vas pensando en aquello que querías ser, lo que fuiste o en lo que quizás llegues a ser. Frente a mí tengo pinchadas en un tablón de corcho algunas fotos de cuando era un retaco, encendiendo aquel viejo equipo de música de cintas de cassette, sujetando un balón rojo de plástico (pobre de mí que imaginaba ser futbolista), incluso en una foto salgo rascándome el culete a lo Rafa Nadal. Otra foto me recuerda aquel viaje de fin de curso a Tenerife, qué recuerdos...
En Granada se dislumbra la esperanza de un futuro para nada azaroso, me siento decisivo a la hora de elegir aquello que quiero ser, por muy duro que sea el camino. Una cita con una chica el lunes que me deja apenas una hora libre para terminar un trabajo te hace pensar si merece la pena "echarse novia". Cosas y más cosas, y pensamientos, y divagaciones, Granada es una ciudad, aparte de para leer y saborear, para pensar, pensar y meditar, por supuesto. Pues ahora imagínense contándole todo esto a eso de las 5 de la mañana a una compañera de piso asustada a la vez que abrumada por el hedor a alcohol que podía llegar a emitir, dado el estado en el que me encontraba. Me despierto a las 8 de la mañana en el sofá con los zapatos puestos, descubro que puedo ser el ser de La Tierra que más pena dé en ese momento.

Nada nuevo..una fiesta más, de tantas. Nos encontramos en Granada, un viernes noche en esta ciudad tienes dos opciones claramente diferenciadas: salir y tajarte o acostarte e intentar dormirte lo antes posible. No podrías hacer ninguna actividad mínimamente tranquilo después de que te hayan propuesto enésimos planes para salir. Si siguiéramos la teoría del gran Juan Carlos Onetti, que en paz descanse, ayer noche, en aquel preciso instante en el que balbuceaba a mi compi de piso estaría en mi punto cenit de inteligencia, y es que se decía de él que cuánto más bebía más inteligente parecía. Recuerdo la anécdota de Jorge Rufinelli en la conferencia que tuvimos con él el jueves pasado, en la cual nos contó que en una entrevista que le hizo a Onetti hubo un momento en el que enmudeció de repente, sin previo aviso. Tuvieron que pasar unos quince minutos hasta que Rufinelli se dio cuenta de que la botella de vino de Onetti se encontraba vacía, hecho éste ante el que Rufinelli no tuvo más remedio que bajar a por más vino. Onetti, grande. Recomiendo a todo el que esté leyendo esto la lectura de cuentos de los hispanoamericanos Onetti, Roberto Arlt, Borges, entre otros. Una esencia peculiar muy difícil de encontrar en cualquier otro tipo de narración.

Hasta aquí la divagación mañanera de este sábado, muy probablemente provocada por ese maldito taladro que me ha despertado a unas horas intespetivas de la mañana, cuando no había alcanzado ni las cuatro horas de sueño. Espero que para la siesta nuestro querido amigo se tome también su descanso, bastante merecido, por cierto, ya le faltará muy poco para encontrar el tesoro.

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