domingo, 24 de octubre de 2010

Halloween

Kevin tiene diez años. El mundo de Kevin es simple, sencillo, pero su mundo interior se llena se ilusión: la noche de brujas se aproxima. Como cada año nuestro pequeño protagonista prepara sus atavíos para esta cita tan señalada: su limitada capa negra, y es que los años los años no pasan en balde, ¡menudo estirazón ha pegado el chico!, una calabaza gigantesca a la que sostiene sin ningún tipo de esfuerza le recuerda que quizás ya no sea tan crío, por mucho que se intente convencer de que si por él fuera se pasaría el resto de su vida con sus compañeros de clase de puerta en puerta, pidiendo caramelos y poniendo a sus víctimas en una terrible disyuntiva: ¿truco o trato?

De puerta en puerta, quizás no vaya muy desencaminado igualando esa expresión a la eternidad. ¿Que qué quiero decir con esto? Ciertamente, infinidad de personas en el mundo entero se pasan la vida de esa guisa, “de puerta en puerta”. Ya sea pidiendo caramelos, buscando un trabajo, una oportunidad, una escapatoria a una triste vida...temática ésta, la tristeza, aparte de barroca, muy propia de “Halloween”, ya que mientras al otro lado del charco la gente celebra esta noche con júbilo, en España es un día de nostalgia, de reencuentro con la ausencia. La ausencia de los que se fueron, aquellos que la muerte nos ha arrebatado.
El simbolismo que tiene este día en nuestra tierra también puede desembocar en una hipocresía típica de los “días señalados”, ya se califiquen como Día de los Difuntos, Nochebuena, o un simple cumpleaños. Este reencuentro con gente a la que hace milenios que no ves da que pensar...¿Se puede considerar que estas personas formen parten de nuestra vida sólo porque aparezcan una o dos veces al año? Es este un berenjenal en el que no me voy a detener, no quiero hacer esperar más al joven Kevin.

Mientras Kevin se aburría con esta oda a la hipocresía, él ya ha recaudado casi medio kilo de caramelos y golosinas variadas solamente habiendo recorrido media barriada, ¡menudo fiera! El chaval no entiende de nostalgias ni de familiares desaparecidos, su única misión esta noche es ser el niño que tenga la bolsa más llena.
Y de nuevo me va a tener que perdonar el pequeño Kevin, pero es que habiendo dicho eso de “ser el niño que tenga la bolsa más llena”, de nuevo me tengo que reencontrar con el “mundo adulto”. No sé en otros países, pero en España es muy típica esa carrera de ser el que más tiene, habiendo gente, incluso, que para ello se encomienda al “ir de puerta en puerta”. Quizás esta avaricia sea la que haya roto el saco, y estoy seguro de que la bolsa de Kevin no se romperá, ya que la única fuerza que le guía a ser avaricioso esta noche es la pura ilusión de un niño. A los adultos, por desgracia, la única fuerza que les mueve es la codicia, la avaricia, el ansia por tener más y más. Puede que no venga mucho al caso, pero quizás todo esto haya sido lo que nos ha llevado a la crisis que actualmente soportamos. Nos hemos hinchado tanto de comer caramelos y golosinas que al final hemos explotado.

Pero bueno, el chaval no merece que lo aburramos con nuestros eternos debates de adultos. ¡Quién pudiera volver a tener 10 años! Con tanta prisa que tenemos para ser mayores que ya desde pequeños jugamos a ser adultos, y en cuanto disipamos al horizonte la mínima señal de responsabilidad, nos enfurruñamos y deseamos volver a nuestra niñez. ¿Por qué? Nuestro protagonista es el más claro ejemplo. En esta noche de Halloween, su única responsabilidad es disfrutar como un niño chico, obviamente. Pasea orgulloso su majestuosa calabaza, mira con cierta superioridad la bolsa de su compañero, la cual aún no se ha llenado ni un cuarto, sabe que al día siguiente todo volverá a la normalidad y quiere sentirse villano por un día. Mañana tan sólo llegará al nivel de fierecilla.

Noche de brujas, en América ríen, en España lloramos, y es que el ser humano, desde el inicio de los tiempos ha modificado la historia a su antojo. Kevin se dispone a enfundarse el pijama y descansar después de un sacrificado trabajo. Yo termino este pequeño relato con la esperanza de que algún día los responsables de “manejar el planeta” miren el mundo desde los ojos de este pequeño chaval. Sobre todo con la misma ilusión y empeño que ha puesto Kevin en llenar su bolsa.

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